Descripción
Obra realizada con pintura acrílica sobre tablero de madera de okume, material elegido por lo rígido y duro de su superficie que permite el uso y abuso de su “maltrato” como experimento explorador en la búsqueda de soluciones plásticas inéditas para el artista. La elección de la técnica acrílica está motivada por su rapidez de secado, que dado el brío resolutivo del pintor es imprescindible, y sobre todo la posibilidad de transparencias sutiles imposibles con otros materiales. Realizado con pinceles, bayetas, cartones, y cualquier objeto, incluidas las manos, que consigan el trazo deseado y necesario.
La mar océana como metáfora del acogedor líquido amniótico que envuelve y protege la vida. Aquello que ninguna teoría de la perspectiva llega a ser capaz de acotar en un punto de fuga su dimensión. El reto de plasmar lo acuático, aquel fin que persiguió Claude Monet hasta el final de sus días, reflejado en la acuosidad sutil del ojo observador de un gran mero, acotado por un ojo de buey que rezuma incapaz de contener lo inmenso. Circulares ojos de buey marineros, que abren la visión a la majestuosa cara oculta de un pez luna o el vuelo de una mantarraya con destino a lo inalcanzable. Y el placer de intentar retratar el silencio majestuoso de lo profundo. La obra está compuesta por cuatro piezas circulares de diversos tamaños:180x120cm, 52x52cm, 52x52cm y 37x37cm.